sábado, 15 de enero de 2011

GR-7:LANJARON-PAMPANEIRA

Abordamos esta ruta como continuación del anterior tramos del GR7 Nigüelas-Lanjarón, que habíamos realizado el pasado 11 de diciembre. Muchas caras nuevas en esta ocasión pues se sumaron un grupo de jóvenes que nos hicieron notar ciertas diferencias generacionales...

Tras dejar los coches al final del pueblo de Lanjarón, iniciamos la ruta hacia la localidad Cañar por un desvío existente a mano izquierda en el que está marcado el sendero del GR-7.
Poco a poco fuimos ganando altura siguiendo una pequeña vereda que transcurre por la zona de Las Laderas en dirección al pico Mimbre, que dejamos a nuestra izquierda.

Algo después de dos horas de caminata, llegamos al el pueblo de Cañar donde hicimos un pequeño descanso y bebimos agua de la fuente existente en el centro del pueblo.
Era necesario coger fuerzas para seguir con nuestro itinerario.

Continuamos por una vereda rodeada de vegetación. Entre robles y pinos fuimos avanzando hasta llegar al impresionante paraje del Dique 24, donde paramos para contemplar la caída del agua hasta lo más profundo del barranco. Poco después llegamos al pueblo de Soportújar donde nos esperaban Jorge y Encarna para acompañarnos el resto de la ruta. El pueblo celebraba la fiesta de San Antón. Juande y Toñi deciden quedarse allí y honrar al santo, ya nos contarán como estaba la olla.

Llegados a este punto nos quedaba el tramo final de la ruta. El sendero pronto nos colocó frente a las las magnificas vistas de la Sierra de la Contraviesa y Lújar.
Algo después nos encontramos en el Barranco del Poqueira, a los pies de Pampaneira, a donde llegamos con tiempo suficiente de no perder las buenas costumbres y hacer la última parada en el bar. El viaje de regreso a Lanjarón en el autobús de línea transcurrió entre mareos, chistes de bomberos y el sopor de nuestros jóvenes acompañantes.


Fotos: Juande

Crónica: JA Mesa

sábado, 8 de enero de 2011

La fuente de los 101 caños

A petición de Isabel, que está de vacaciones pero que pronto debe volver a Alemania, realizamos esta excursión extraordinaria a Villanueva del Trabuco con el objetivo de llegar a la fuente de los 101 caños. El pueblo está situado en la comarca de Antequera, al pie de las sierras Gorda y San Jorge. La presencia de estas sierras calizas impregnan el paraje de gran belleza.

Una vez en la población y tras indagar nuestro lider con los lugareños la mejor forma de iniciar el recorrido, decidimos llegar hasta la fuente con los vehículos y desde allí comenzar a andar.
La fuente esta situada en la falta de la sierra de San Jorge y es, sencillamente, impresionante. Además es cierto que tiene 101 caños. El que no lo crea puede contarlos en las fotos.

Se considera que a partir de los arroyos de esta zona nace el río Guadalhorce.

A partir de la fuente iniciamos la marcha por un carril que nos lleva faldeando la montaña hasta un gran cortijo donde hacemos una leve parada de descanso.
Desde alli tomamos una tranquila carretera que en poco tiempo nos coloca en el centro de Villanueva del Trabuco. A propósito, ¿sabes de donde le viene el nombre al pueblo? Cuenta la leyenda, que existía una venta en un cruce próximo al pueblo, cuyo propietario, para proveerse de víveres se dirigía a Archidona. En sus continuos viajes era asaltado por los caminos y le robaban las mercancías, por lo que decidió comprarse un trabuco, del que no se separaba ni a sol ni a sombra, de ahí, que cuando fue a Archidona decían “aquí viene el tío del trabuco”, posible origen del nombre de este municipio.
La comida fue en Venta Talillas, lugar a tener en cuenta por la buena relación calidad y precio.

Fotos: Juande
Crónica: JA Mesa

lunes, 27 de diciembre de 2010

El Trevenque helado

Fuera de programación e intentando continuar la costumbre de subir al Trevenque en Navidad, decidimos hacer esta salida el domingo 26 de diciembre. El día amanecío claro, con un cielo azul que hacía tiempo no disfrutábamos.

El inicio del sendero fue jubiloso, teníamos ansias de movimiento y de quemar los excesos gastronómicos de días anteriores. Los más aguerridos propusieron abandonar la cómoda ruta del carril para crestear por los innumerables montículos que jalonaban nuestro itinerario. Tras abandonar el ancho sendero, tomamos la vereda superior que ofrecía un grado mayor de dificultad: los de la verea somo gente sacrificada, austera y abnegada.

El camino ascendía con suavidad, acercándonos progresivamente al pie del Trevenque. Pronto apareció la nieve; en principio primaveral y, más adelante, dura y helada, fruto de las bajas temperaturas de la noche anterior. Los primeros resbalones nos pusieron en guardia. Comenzaron a asaltarnos las dudas sobre si lograríamos coronar la cumbre.

Justo al inicio del último ascenso se convocó a consejo a todos los veredistas para dilucidar si se continuaba la ascensión por un piso helado y peligroso. Unos proponían continuar pese a las dificultades. Los más sugerían meter mano a las mochilas para dar cuenta de las viandas transportadas. Y aunque algunos comenzaron un tímido ascenso intentando arrastrar a los demás, los heroismos declinaron rápidamente ante los contundentes argumentos esgrimidos por Pepe Montes: paletilla ibérica fínamente cortada en lonchas.

Estos argumentos se multiplicaron y se hicieron concluyentes: licor de membrillo, pacharán, danielitos, bombones, nochebueno, empanada gallega, galletas caseras... No importó mezclar lo dulce con los salado, el té con los licores, la empanada con los polvorones. Y es que la Verea tiene un buen yantar.

Deduciendo que el día estaba echado, nos dispusimos a iniciar el regreso. Si bien la cumbre se nos había resistido, otras metas se nos ofrecían altaneras en los bares y cafeterías de La Zubia.

Crónica: José A. Mesa
Fotos: Juande

domingo, 12 de diciembre de 2010

Por el GR7: De Nigüelas a Lanjarón

El asunto era completar un tramo del GR7 y la incognita era si llegariamos a Lanjarón por buen camino, pues ninguno de nosotros lo habia hecho de antemano. No hay problema, el camino está bien marcado desde la salida de Nigüelas, que atravesando el pueblo nos conduce al rio Torrente y encomienda nuestros pasos hacia la población de Acequias. Desde allí, una vereda en suave ascensión nos conduce hacia un carril, que ya no abandonaremos hasta llegar a nuestro destino.

El sol atraviesa suavemente una fina gasa de nubes, y su luz nos llega tamizada. El aire es tibio. El carril es amable, se deja querer y lo recorremos con suavidad. Hay cortijos que se asoman al camino para vernos pasar, uno de ellos con aires de casa rural, bien parecido. Ahora esperamos a Mariló, que se ha olvidado su bastón donde cristo dió las tres voces, sentados en un poyete, mientras bebemos vino con una tapa de almendras.

Una vez repuestos, y recobrado el dichoso bastón, continuamos nuestro camino hasta llegar al paraje conocido como Pedro Calvo, hoy convertido en área recreativa. Un poco mas adelante, en el cruce que sube a Tello, una concentración de moteros inunda el carril. Desde este punto vemos, a lo lejos, la mar. Ahora toca bajada, por carril y por trochas. A ver quien llega antes. ¡Sorpresa¡ Jorge y Encarna han subido en coche desde Lanjarón y salido a nuestro encuentro. Nos raptan a dos senderistas en su coche, en contra de nuestra voluntad. El carril nos enseña su tramo final, lleno de plantas y arbolado, hasta desembocar en la entrada del pueblo, donde nos espera un hinchá de carne a la brasa. Por si esto fuera poco, algunos insisten en una pasteleria con unos molondrones de aquí te espero. Vuelta a Niguelas en autobus de linea, cuyo conductor se portó muy amablamente, desviando la ruta para llevarnos hasta el pueblo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La próxima cita será para continuar el siguiente tramo del GR7 donde lo dejamos, ahora desde Lanjarón hasta Pampaneira.

Cronista: José A. Mazuecos
Fotos: Juande

sábado, 13 de noviembre de 2010

Subida al peñón de Dílar

El sábado 13 de noviembre nos citamos para ascender al Peñón de Dilar, montículo situado en la Loma de Dilar, a una altura de 2.600 metros. Esta vez rompimos el lugar de encuentro, y quedamos en una cafetería de La Zubia, donde nos saludamos, y una vez dada cuenta de un buen desayuno, nos pusimos en marcha. Ascendemos con los coches por Cumbres Verdes, Fuente del Hervidero, Puente de los Siete Ojos, La Cortichuela, y por fin aparcamos en el Collado Chaquetas, a 1.900 metros de altitud, según el “aparato” de Gabriel. Comenzamos a andar a las 10 de la mañana, los mas valientes en manga corta, ascendiendo por la loma de los Panaderos, entre pinos, donde Jose Antonio y Encarni se encuentran con un vecino que ya iba de vuelta.

El camino continúa ascendiendo, en realidad siempre continuará ascendiendo hasta nuestra meta, con el solecito de compañía. Divisamos unas bañeras en el fondo del barranco, para el servicio del ganado. Al poco ya divisamos las cumbres completamente nevadas, El Veleta, Los Tajos de la Virgen, Elorrieta, El Tozal del Cartujo, y El Caballo. La nieve brilla como el cristal, la vemos lisica, lisica. Vamos cresteando por la Loma de Dilar, y hay que hacer varias paradas técnicas, pues el furgón de cola trae hoy el culo flojo. Se pide “tiempo” y paramos a echar gasolina, parapetados tras unas rocas, pero el aire ya empieza a estar frio, y los valientes tiene que abrigarse.

Prosigue la marcha, pasamos junto a dos vivacs, uno de ellos cubierto, para una sola persona, y nos encontramos con un paso con nieve algo helada. Vamos abriendo huella y pasamos bien. Damos vista al cauce del rio Dilar, sobre el que se precipitan numerosos barrancos, algunos de ellos con brillantes caídas de agua.

De frente tenemos el radiotelescopio internacional, a tiro de piedra. Llegamos al Peñón de Dilar, son las dos de la tarde, y nos debatimos entre un arroz caldoso en La Zubia o el consabido bocata. El triunfo es para el bocata, dada la hora. Hemos tardado cuatro horas en subir, y tardaremos dos horas en bajar hasta los coches.

Después de reponer fuerzas, la consabida foto de grupo. Hoy viene dos fotógrafos de campeonato, el Sr. Guan de Dios y D. Antonio Domingo, cuyas instantaneas habréis ya recibido, que reflejan fielmente los momento vividos.

Falta decir que respiramos aire puro, purísimo, grandeza de las cumbres de Sierra Nevada, que la vuelta nos resultó grandiosa, se entibió el aire, pisamos nieve virgen, las sombras dibujaban perfectamente los barrancos, el grupo quedaba mas cohesionado, desfilando en hilera, con el roce de las botas ascendía el olor a tomillo, el horizonte se extendia hasta el dorado mar, y las cadenas montañosas se nos presentaban en perfecta definición. Ahora llevamos de frente el Trevenque y al lado el Trevenquillo, parece otro camino, aunque sabemos que es el mismo.

Hoy ha sido una excursión con sabor montañero. Se ven felices las caras, coloraditas por el sol. No hay que descuidarse, para la próxima tenemos que protegernos.

La próxima salida también es de sabor montañero, el faldeo de los Alayos, y tiene su puntillo de aventura, pues hay que atravesar el rio- y no hay puentes, oiga. En estas dos semanas hay que entrenar un poquillo para que nos resulte disfrutona.


Cronistas: José A Mazuecos

Fotógrafos:
  • Toñi
  • Antonio
  • Juande

sábado, 30 de octubre de 2010

Por la Dehesa del Camarate

Doce veredistas nos dimos cita para dirigirnos a Lugros, con entusiasmo, pese a las intenciones de lluvia. Parada en Purullena para repostar pan y tortas, y continuamos trayecto, pasando por Beas, El Marchal y Policar, que nos ofrecian su paisaje de casas-cueva. El carril que nos conduce hasta la puerta de entrada al Camarate ya nos va poniendo en situación de lo que nos espera, robledal y algún que otro árbol desnudandose.

Comenzamos las ascensión entre un robledal, una vereda que hay que adivinar, pero que Gabriel la va descifrando a la perfección, poniendo la directa, y que Nani aguanta como una jabata. Por el camino vamos encontrando endrinas, procurando todos recolectar un buen puñado para Jose Antonio Mesa, que las va guardando en su bolsa, y haciendolo constar fehacientemente para tener derecho a nuesta copita de pacharán en las próximas navidades.

Continuamos nuestra vereda hasta dar vistas al cortijo del Camarate, y ya vemos los ropajes ocres y amarillos de los caballeros del bosque encantado, el Mostajo, el Arce Granatense, el Cerezo Silvestre, El Castaño, rodeados de la verde tropa de Robles. Pretendiamos seguir asecendiendo a las altas posesiones de los Señores, pero el cielo oscureció las almenas con negras nubes, y nuestros escudos-chubasqueros eran débiles, por lo que se opto por conservar nuestra integridad. No obstanto, la intensidad de la lluvia no fue óbice para seguir recolectando frutas del bosque, y las consabidas castañas, extraordinarias castañas, diria yo, a la vista de su tamaño.

Nueva disquisición, si bajar hasta los coches por un inquietante atajo, o por la seguridad que reporta un bien trazado carril. Algunas dudas, y decisión final por el trayecto seguro, esta vez dejandonos guiar por la mano experta de Jorge, que tomó una sabia decisión, en aras de la "Pax Conyugalix".

El carril se nos mostró en toda su belleza otoñal, con una capa de fina lluvia, alfombra ocre, los verdes líquines de los árboles, el gris del cielo, y una serpeante y suave bajada.
Para rematar el asunto, nada mejor que relatarle nuestras andanzas a la mesonera de Lugros, y ya de paso que nos sirviera unas jarras de buen vino y de fresca cerveza para entonar el cuerpo y el alma, cosa que efectivamente hicimos, y donde fuimos bien servidos.

Cronista: José A Mazuecos
Fotos: Juande y José A Mesa