domingo, 28 de mayo de 2017

Subida al Pico Veleta

Ocho socios del club “El Caminico” y seis del club “Por donde va la Verea” nos dimos cita para compartir una jornada de montaña, cuyo destino era la subida al emblemático Pico del Veleta, cuarta cumbre más alta de España, con 3.396 metros de altitud, y cuyo nombre tiene origen en la palabra árabe “balata”, que significa cortado, tajo, balate, que hace referencia a los impresionantes tajos de su perfil, que en algunos tramos alcanzan los 500 metros de altura.
Iniciamos la marcha en la Hoya de la Mora, que nos recibió con cielo azul y despejado, fresco, y un poco de viento. Una parada en las Posiciones, antiguos parapetos de la Guerra Civil, situados a 3.100 metros de altura, para asomarnos a través del Veredón Superior hasta los Corrales del Veleta, desde donde pudimos contemplar extasiados una de las vistas más impactantes de Sierra Nevada, con el Veleta cortado a tajo, las moles del Mulhacen y Alcazaba alzadas como gigantes guardianes, y los neveros desparramados por los sitios más frescos, aguantando el calor de estos días.
Las ascensión desde este punto hasta la cima se endurece, viendonos obligados a realizar varias paradas para coger resuello, y nuestro esfuerzo se ve recompensado al alcanzar la cumbre, donde realizamos las fotillos de rigor y contemplamos durante un rato el paisaje de 360 grados que se expandía ante nuestra vista.
La vuelta la hicimos por el Barranco de San Juan, entre arroyos, borreguiles, florecillas y escarabajos, de los que aprendimos algunos nombres de la mano de nuestro amigo Antonio, como la Estrella de las Nieves o Plantago Nivalis, la genciana, la arenaria, y la vinagrera, ese escarabajo negro y alargado.
Y entre agua fresca, florecillas, neveros, cielo azul y fresco, llegamos a nuestro punto final, habiéndonos metido entre pecho y espalda una ascensión con un desnivel de 900 metros de altitud y otros tantos de bajada, con la satisfacción del que ha  conseguido su objetivo con esfuerzo.














domingo, 7 de mayo de 2017

NACIMIENTO DEL RIO TERCERO

Tocaba visitar la Sierra Sur de Jaén, y en concreto la localidad de Frailes, pues queríamos ver el nacimiento del rio Tercero, que vierte sus aguas al pantano del Quiebrajano.
 Después de unas cuantas vueltas y revueltas por carriles, de preguntar aquí y allá, conseguimos llegar al cortijo de la Fresnedilla, punto de inicio de nuestra marcha. Allí nos recibe una espléndida alfombra florida junto a una fila de álamos centenarios cuya formación podría pensarse sean los guardianes del lugar. ¡Buen comienzo para esta fiesta¡ Se nota que es primavera, hay un sol espléndido, la temperatura es amable, y todo es de color brillante. Nuestro ser se deja en manos de esta naturaleza tan atractiva.
            El camino inicia su andadura junto al cortijo, y vence hacia un arroyo cercano, y al poco nos topamos con el ganado caprino, cuya presencia nos acompañaría durante todo nuestro recorrido, y Toñi no puede contener su deseo de abrazar a uno de los chotillos cortijeros, eso sí, bajo la atenta mirada de la madre cabra.
            Continuamos pues barranco abajo, junto al arroyo seco, hasta al fin encontrar el nacimiento del Tercero, en cuyas aguas se refresca el fiel Zeus, sin pensárselo dos veces. Seguimos adelante, cruzando el rio en varias ocasiones, por parajes de gran belleza, hasta toparnos con una represa con su cascada correspondiente, y una cueva al otro lado del rio, a la que nadie osó visitar, no fuera a ser que un traspiés diera con nuestros huesos en la hondura de aquel precipicio.
            Desde este lugar, un poco escondida, nace una vereda de servicio para la acequia, ahora semi perdida y abandonada a su suerte, que antiguamente llevaba el agua desde la chorrera hasta una fábrica de luz, de la que ahora solo queda alguna pared en pie.
            Seguidamente, y sin descanso alguno, Gabriel no nos deja un respiro y tira adelante con la tropa, en busca de un carril de tierra, que nos acerca a dos cortijos habitados, en donde un pastor nos orienta del camino a seguir hasta nuestro destino. Como la necesidad de alimento nos aprieta, vamos mirando ya un lugar que nos acoja, y lo encontramos bajo una gran encina, tan enorme que en su interior guarda un microclima de frescor que nos obliga a enfundarnos una prenda de abrigo.
            El hambre ya saciada nos devuelve al camino, aunque Antonio nos manifiesta que por él podríamos seguir allí toda la tarde, de a gusto que se encuentra. Nada. Toca seguir caminando, en busca de dos collados que nos ha indicado el pastor, y por un encinar alcanzar el punto más alto de nuestro recorrido, desde el que ya pudimos divisar nuestros coches al alcance de la vista y casi de la mano. Claro, que no contábamos con que la zona está más alambrada que la madre que la trajo, y como pudimos cada uno buscó la mejor forma de pasar las diferentes pruebas que nos iba poniendo el campo.
            Finalmente, todos sanos y salvos, y sin ningún pinchazo, llegamos a los coches, y rumbo de vuelta a Frailes, haciendo la parada correspondiente en el Mesón “La Posá”, donde repusimos los líquidos perdidos durante la jornada. ¡Qué pena que la cocina estaba cerrada y no pudimos probar el famoso choto tan típico de la zona!















Crónica: JA Mazuecos
Fotos: Antonio Domingo