De las cumbres me llega un soplo de aire fresco que depierta en mi el deseo de abrir mi corazón al cielo.
sábado, 29 de mayo de 2010
Coronando La Morra
Después de acomodarnos en los coches y decidir hacer una parada técnica en Cenes para tomar café, nos pusimos en camino con el ánimo de ser disciplinados y no perder demasiado tiempo en los prolegómenos. Lamentablemente volvimos a hacer gala de que cada uno coge su propia verea: de los cuatro coches, tres pararon en bares distintos y el cuarto se salió del pueblo sin encontrar ninguno a su gusto. Después de improbos esfuerzos por reagruparnos, decidimos que cada quisqui se las apañara para llegar al punto de partida. Y es que en el fondo, la vena ácrata del grupo nos gasta esas malas jugadas.
Una vez nos pusimos a andar, todo transcurrio con la alegría y el dinamismo que nos caracteriza. El camino era fácil y la nieve pronto quiso acariciar la suela de nuestras botas. Sólo la travesía del rio San Juan ofrecía cierta dificultad. Pero la Verea no se arredra ante nada y homogéneamente cada uno optó por cruzarlo de una forma diferente: unos corriendo por el agua, otros descalzándose para no mojarse los calcetines, otros saltando como gacelas... En fin, cientos de soluciones para un minúsculo impedimento.
El resto del sendero transcurrió por una acequia en proceso de restauración. Pronto hicimos cumbre y dimos cuenta de nuestras vituallas y de una magnífica botella de rioja que alguien tuvo el enorme acierto de acarrear hasta la cresta.
Desde la Morra se divisa un amplio horizonte de picos, montes y valles que, si otro mas versado hubiera hecho la crónica, podría haber enumerado llamándoles por su propio nombre. Pero como mi sabiduría no da para más, decir que volvimos por el mismo sendero, que para atravesar el San Juan hubo de nuevo un cúmulo de nuevas soluciones: colocar piedras para usarlas como pasarelas, hacer salto de pértiga utilizando los bastones...
Al filo de las tres de la tarde abordamos los coches y enfilamos la carretera en busca del restaurante Los Puentes. Habíamos hecho un bonita excursión, habíamos coronado la cumbre, habíamos resuelto numerosas dificultades...ahora nos esperaba la meta final y verdadera: Antoñita (¿se llama así?) con su heladas cervezas y sus tapas mastodónticas. Misión cumplida.
Cronista: Jose A Mesa
Fotos: Antonio, Toñi y Juande
sábado, 15 de mayo de 2010
ALBERGUE DE SAN FRANCISCO
Vamos llaneando por un carril y a nuestro paso se van sucediendo los barrancos con chorreras de abundante agua, que vamos saltando, con algún que otro remojón de botas, terreno esponjoso de noche de lluvia, arbolado, y mucha nube.
Despues de una hora llaneando, que nos sirvió de excelente calentamiento, llegamos a lo que yo creía la “Peña del Perro”, pero que un pastor llamado Manuel nos dijo que esa peña estaba mas abajo, que esta de arriba se llamaba ”El Puntal de ….” (no me acuerdo). Desde allí el carril se transforma en vereda para comenzar a ascender hacia la base de los peñones de San Francisco. El camino se interna en un bosque de pinos, que se mezcla de neblinas danzantes, y nos sitúa en un lugar onírico, donde se mezclan los olores a hongo y las visiones fantasmagóricas. Las agujas de los pinos aún retenían en sus puntas las joyas de su fiesta de noche: brillantes perlas colgantes.
Una horita de continuada subida quita el frio al mas pintado, y la ropa empieza a sobrar. Cuanto mas cuando las nubes comienzan a levantar el vuelo y a aparecer grandes claros de azul intenso que nos hacen “temer” lo mejor.
Vemos las primeras nieves y cuando llegamos a nuestro principal destino se abre el telón y aparece el mayor espectáculo del mundo, las cumbres nevadas de Sierra Nevada, recortadas por el azul mas intenso y limpio que podamos imaginar. Viento en calma y temperatura ideal. Estamos en el paraíso.
Llegamos al refugio de San Francisco, en donde un cartel nos recuerda que se terminó de construir en 1.920, y que es propiedad del grupo montañero “Sociedad Sierra Nevada”, club pionero de Granada, fundado en 1.913, continuador del grupo “Diez amigos Limited”. Este grupo fue quien construyó el refugio llamado de las “cupulas”, mas grande que el actual. El lugar escogido fue “Los Campos de Otero”, por ser un lugar ideal para la práctica del esquí, al estar orientado al norte y protegido de los vientos. Al mismo tiempo el duque de San Pedro de Galatino había proyectado la construcción del tranvía que llevaba hasta el barranco de San Juan y el Hotel del Duque, que serviría como infraestructura para el turismo de Sierra Nevada. Desde este lugar se disfrutan de unas vistas maravillosas.
La vuelta la hicimos por el carril que une el refugio con la carretera de la Sierra, hasta alcanzar el collado de las Sabinas, donde comenzamos la bajada hasta llegar a un cortijo abandonado, junto a un nacimiento de agua y al abrigo de las rocas, en donde soñamos con construir un refugio para nuestro grupo de la verea. Algunos nos imaginamos donde iba la chimenea junto a un gran ventanal dando vistas a la Alcazaba, las literas, una gran mesa para las migas, una mecedora… en fin, soñamos, soñamos, soñamos…
Enseguida llegamos a los coches y a las 15 horas estábamos en Los Puentes, en donde nos esperaban Jorge y Encarna, dando cuenta de las cervezas correspondientes.
Se me olvidaba, y era lo que mas anhelaba de este dia, decir que pisamos nieve. Estaba en su punto, fresquita y blandita. Se dejaba pisar bien, y hubo deslizamientos. Juande chillaba como poseso: “Jeronimoooooooooooooooooo”, y los culos se quedaron helados.
Excelente dia, mágico, especial, temperatura en su punto, aire en calma, azul intenso, atmosfera limpia, colores intensos, aromas profundos. Dia para el recuerdo.
Estamos deseando que llegue la próxima.
Cronista: José A Mazuecos
Fotos: Juande
domingo, 9 de mayo de 2010
En Vélez Benaudalla
Si pudiéramos destacar algo de este entorno privilegiado, hablaríamos en primer lugar de la villa en sí, enclavada en una loma que moja sus pies en el Guadalfeo, no lejos de la impresionante presa de Rueles. Calles estrechas, casas blancas y flores por doquier. Una bella iglesia y un impresionante castillo son los monumentos que nos hablan de un pasado lejano y trascesdente.
El agua es el segundo elemento que aparece por doquier en este pueblo: fuentes, albercas, cascadas... y un impresionante jardín nazarí en proceso de restauración que nos recuerda el pasado árabe del enclave, posiblemente un vergel si tenemos en cuenta los magníficos hortelanos que fueron estos antepasados nuestros y que labraron con primor estas tierras durante ochocientos años.
Y el tercer elemento, la casa, una vivienda que rememora los cármenes granadinos; la casa de Rosa es un magnifico ejemplo de jardin inundado de multitud de flores con un predominio abrumador de la rosa. No en vano nuestra anfitriona lleva ese nombre. Y en innumerables paratas, la huerta: ajos, cebollinos, patatas, judias... Alimento para el cuerpo y los sentidos.
Gracias a Rosa por ese agradable paseo, por esa cariñosa acogida y por su riquísima paella. Salud, la hermana de Rosa tuvo la generosidad de cocinarla para nosotros.
JAM
domingo, 2 de mayo de 2010
Entre naranjos y azahar
Antes de entrar en Murchas, desde un promontorio, pudimos contemplar el Valle en toda su amplitud, los pueblos de Talará, Mondujar, Acequias, Chite, Pinos, Melegís y Restabal, y abajo la presa de Beznar.
Comienzan los olores de azahar de naranjos y limoneros, mientras callejeamos buscando la salida hacia Melegís. El camino comienza en descenso, flanqueado por acequias, de las que no se apercibe Pepe Montes, que mete la patilla hasta corvejón. Descanso obligado para reponerse del susto.
Pasamos junto a Melegís, sin entrar en el pueblo, y continuamos nuestro camino hacia Restabal, pasando junto al rio Torrente. Seguimos un poco mas y llegamos al rio Durcal, comprobando la fuerza que lleva este año su cauce. Todo el camino está lleno de naranjos y limoneros, y alguna que otra frutilla es probada para comprobar su calidad.
El rio Durcal se une con el rio Albuñuelas y pasa a llamarse rio Izbor, que atravesamos por un puente en la carretera para subir a Restabal. Vamos disfrutando del callejeo, contemplando las construcciones, hasta llegar a la plaza de la Iglesia, lugar que escogemos para hacer una parada y reponer fuerzas, mientras contemplamos el maceterio y florerio que tienen formao allí las mujeres, ¡precioso¡.
Volvemos, desandando el mismo camino que traiamos, solo que esta vez el hombre de las vereas nos quitó la nuestra, y tuvimos que volver sobre nuestros pasos para reencontrar las señales. Pero este grupo siempre supera todas las dificultades, estamos hechos de una pasta especial.
Una vez en Murchas, cogemos una variante y nos dirigimos hacia el pueblo de Acequias, ascendiendo junto al rio Torrente, atravesamos el barranco del Pleito (¿Qué pleito seria este?), y ya con una poquita de calor subimos una empinada verea que nos introduce en el pueblo. No vimos ni un alma. A la salida de acequias nos sorprende la existencia de un molino del año 1.572, “el molino del Sevillano”, rehabilitado como museo, pero estaba cerrado. Finalmente un carril nos baja al rio Torrente y por ahí entramos en Nigüelas.
Se me olvidaba contar que al salir de este pueblo se unieron a nosotros dos acompañantes nuevos, dos perrillos que hicieron amistad con Inca, y que hicieron el camino completo. Al regresar a Nigüelas se despidieron de nosotros y se marcharon pa su casa.
Para completar la jornada, nos fuimos a la venta del Vizco, en Durcal, en donde dimos buena cuenta de las diferentes viandas y bebidas espirituosas que nos fueron ofrecidas por la mesonera.
Nos despedimos deseando que llegue pronto la próxima excursión, para seguir disfrutando de la naturaleza, los pueblos, la gastronomía, la compañía de buenos amigos y mejor conversación.
Cronista: Jose Antonio Mazuecos