sábado, 26 de febrero de 2011

En Riópar

Éramos algunos los que deseábamos una escapada de varios días y Antonio el que, con un enorme acierto, propuso el lugar: el nacimiento del río Mundo. Al final él, lástima, debió quedarse en tierra, pero nos dejó el camino expedito: organizado el viaje, reservado el alojamiento y programada nuestra estancia. Si esto no es generosidad...

El viaje hasta Riopar no se libró de incidentes: uno de los coches se negó a continuar (torpe) y hubo de volver desde Úbeda a Granada en busca del de Juande, al que se le terminó la holganza.

Las dos hermosas casas rurales, modernas y bien equipadas, acogieron a nuestro alegre y ruidoso grupo cercano ya el mediodía, por lo que nuestro primer acto en aquel confin del mundo fue abastecer nuestros estómagos con una gran variedad de manjares, compañeros efímeros de nuestro viaje.

La tarde debía de ser aprovechada y pronto nos encontramos cubriendo los tres kilómetros que nos separaban de Riopar Viejo. Éste antiguo enclave, mitad abandonado mitad reconstruido, nos atrapaba entre las ruinas de su castillo y las lápidas de su antiguo cementerio. Y nos invitaba a dejar volar la imaginación y zambullirnos en un mundo delirante de historias y leyendas.

El siguiente día, domingo, amaneció nuboso y gris. Pronto una llovizna inmisericorde se hizo la compañera del sendero que nos llevaba al nacimiento del río Mundo. Y aunque la luz pudo entristecer las fotos, nunca logró minimizar la grandeza y espectacularidad del paisaje.

Tras volver sobre nuestros pasos hasta el lugar donde habíamos dejado los coches, iniciamos el segundo sendero previsto no sin algunos abandonos. Éste debería llevarnos hasta el mirador situado sobre la propia cascada objeto de nuestra anterior visita. En la medida que ascendíamos por un cómodo carril, el tiempo se despejaba y un tímido sol decidió acompañarnos en nuestro camino. Coronamos collados, atravesamos cercas, recorrimos hermosos valles cubiertos de un verdor incipiente, pero el mirador no aparecía. Y, ante el miedo de haber errado en la elección de la verea (algo consustancial a nuestro grupo), decidimos, satisfechos de todas formas, regresar al campamento base. Al día siguiente nos enteraríamos por uno de los guardas que nos habíamos quedado a cinco minutos escasos de nuestro objetivo.

La tarde, algo desapacible, dio para una rápida visita al histórico pueblo de Alcaraz.

Y al tercer día... Había que regresar pero no sin antes hacer una segunda visita al paraje del nacimiento del río Mundo: su impresionante cascada fue la última imagen que se nos quedó gravada en la mente y en las cámaras de fotos. Para que nunca se desmienta el recuerdo.

Fotos: Toñi y Juande
Crónica: JA Mesa

sábado, 12 de febrero de 2011

Al Collado del Pino

Para esta excursión quedamos citados en una cafetería de La Zubia. De allí partimos hacia Cumbres Verdes con la idea de dejar los coches en la Cortichuela, pero nos encontramos el carril cortado a la altura del Mirador de los Alayos. Decidimos dejar los coches en esta explanada y modificar el itinerario previsto. Partimos a las 9,15 h. por la vereda paralela al Canal de la Esperatera, dejando a nuestra derecha el Cortijo Sevilla y la Boca de la Pescá.

Tras abandonar a nuestra izquierda el Barranco del Búho, continuamos hasta La toma del Canal, una caseta de bombeo del agua junto al río Dílar. Si dificultad cruzamos el río aunque alguno "metió la pata" en el agua.

Tomamos entonces la vereda del Collado del Pino. Tras cruzar una alambrada comenzamos la ascensión de la Cuesta del Pino en principio por la vereda para después abandonarla y hacerlo campo a través. La ascensión es dura pero para nuestro grupo senderista no hay dificultad que se le resista. La subida en zigzag transcurre con pequeñas paradas para disfrutar las vistas de las cumbres nevadas de los Alayos, el profundo valle excavado por el río o la Loma de Dílar que prónto aparece ante nosotros. También gozamos pisando la nieve que intermitentemente surge en nuestro camino.

Pronto llegamos a las cercanías del Collado del Pino (1798 m.a.) donde tomamos un tentempié y nos hacemos la tradicional foto del grupo con lluvia de nieve incluida.

El regreso lo hacemos rápidamente por la vereda que, por una zona de umbría cubierta de pinos y alguna que otra encina, nos devuelve a la Toma del Canal. Desde allí cogemos el mismo camino, pero a la inversa, que nos devolverá al Mirador de los Alayos, donde nos aguardan los coches. Son cerca de las tres de la tarde, el momento ideal para acercarnos al meredero Los Prados a tomarnos unas cervecitas.