Pues bien, hasta dicho lugar
nos desplazamos un grupo numeroso de socios y amigos, con la sorpresa de
encontrarnos a nuestra llegada al punto de inicio un cartel informando de la prohibición de paso por motivo de
realizarse una cacería.
La sorpresa de ver nuestro plan desbaratado nos retuvo
un tiempo hasta poder tomar una decisión, que fue la de hacer la ruta en
sentido inverso, pensando que de este modo evitaríamos el lugar donde estaban
los cazadores, por lo que nos encaminamos en primer lugar hacía el centro
budista.
El día era claro y soleado, la marcha
animada, y conforme ascendíamos las vistas iban extendiéndose progresivamente,
hasta por fin alcanzar el mar.
O Sel Ling significa “Lugar de Luz
Clara”, y su visita siempre es un placer para los sentidos y un motivo para la
calma del espíritu.
El lugar es un pequeño rincón de la cultura y la herencia
del Tibet, un lugar de retiro y oración, en el que se solicita el silencio del
visitante.
Atravesamos la finca en dos grupos, a fin de minimizar el posible
impacto de nuestra presencia, por respeto a sus moradores, a los que se les
debe además el agradecimiento por facilitar el paso por su propiedad.
Pero otra nueva sorpresa nos
aguardaba en la casa forestal de La Atalaya, donde nos encontrábamos dispuestos
a continuar nuestra marcha después de un pequeño descanso, cuando apareció un
coche cargado con una rehala de perros, y nos informan que no podemos continuar
nuestra marcha por aquel lugar porque había diseminados noventa puestos de caza
y resultaría extremadamente peligroso adentrarnos en la zona.
Vuelta a las deliberaciones, y
finalmente decidimos ir a Pampaneira y hacer la senda que va hasta Capileira.
De modo que toca deshacer lo andado, sin saber aún la nueva sorpresa que nos
esperaba, pues nuestros planes nuevamente volverían a truncarse, pues en
Pampaneira había pleno de coches hasta la bandera.
Continuamos en carretera
hasta la gasolinera que hay en el cruce para Bubión y allí se nos ofreció una preciosa
vereda que nos conduciría hasta el pueblo, donde comimos a gusto, sentados en
unos poyetes que encontró Paco, frente a un rico sol de otoño, y regreso por el
mismo camino hasta los coches, y para casa.
Crónica: Jose A. Mazuecos
Fotografías: Antonio Domingo
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