
Antes de entrar en Murchas, desde un promontorio, pudimos contemplar el Valle en toda su amplitud, los pueblos de Talará, Mondujar, Acequias, Chite, Pinos, Melegís y Restabal, y abajo la presa de Beznar.
Comienzan los olores de azahar de naranjos y limoneros, mientras callejeamos buscando la salida hacia Melegís. El camino comienza en descenso, flanqueado por acequias, de las que no se apercibe Pepe Montes, que mete la patilla hasta corvejón. Descanso obligado para reponerse del susto.
Pasamos junto a Melegís, sin entrar en el pueblo, y continuamos nuestro camino hacia Restabal, pasando junto al rio Torrente. Seguimos un poco mas y llegamos al rio Durcal, comprobando la fuerza que lleva este año su cauce. Todo el camino está lleno de naranjos y limoneros, y alguna que otra frutilla es probada para comprobar su calidad.

El rio Durcal se une con el rio Albuñuelas y pasa a llamarse rio Izbor, que atravesamos por un puente en la carretera para subir a Restabal. Vamos disfrutando del callejeo, contemplando las construcciones, hasta llegar a la plaza de la Iglesia, lugar que escogemos para hacer una parada y reponer fuerzas, mientras contemplamos el maceterio y florerio que tienen formao allí las mujeres, ¡precioso¡.
Volvemos, desandando el mismo camino que traiamos, solo que esta vez el hombre de las vereas nos quitó la nuestra, y tuvimos que volver sobre nuestros pasos para reencontrar las señales

Una vez en Murchas, cogemos una variante y nos dirigimos hacia el pueblo de Acequias, ascendiendo junto al rio Torrente, atravesamos el barranco del Pleito (¿Qué pleito seria este?), y ya con una poquita de calor subimos una empinada verea que nos introduce en el pueblo. No vimos ni un alma. A la salida de acequias nos sorprende la existencia de un molino del año 1.572, “el molino del Sevillano”, rehabilitado como museo, pero estaba cerrado. Finalmente un carril nos baja al rio Torrente y por ahí entramos en Nigüelas.
Se me olvidaba contar que al salir de este pueblo se unieron a nosotros dos acompañantes nuevos, dos perrillos que hicieron amistad con Inca, y que hicieron el camino completo. Al regresar a Nigüelas se despidieron de nosotros y se marcharon pa su casa.
Para completar la jornada, nos fuimos a la venta del Vizco, en Durcal, en donde dimos buena cuenta de las diferentes viandas y bebidas espirituosas que nos fueron ofrecidas por la mesonera.
Nos despedimos deseando que llegue pronto la próxima excursión, para seguir disfrutando de la naturaleza, los pueblos, la gastronomía, la compañía de buenos amigos y mejor conversación.
Cronista: Jose Antonio Mazuecos
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