lunes, 27 de diciembre de 2010

El Trevenque helado

Fuera de programación e intentando continuar la costumbre de subir al Trevenque en Navidad, decidimos hacer esta salida el domingo 26 de diciembre. El día amanecío claro, con un cielo azul que hacía tiempo no disfrutábamos.

El inicio del sendero fue jubiloso, teníamos ansias de movimiento y de quemar los excesos gastronómicos de días anteriores. Los más aguerridos propusieron abandonar la cómoda ruta del carril para crestear por los innumerables montículos que jalonaban nuestro itinerario. Tras abandonar el ancho sendero, tomamos la vereda superior que ofrecía un grado mayor de dificultad: los de la verea somo gente sacrificada, austera y abnegada.

El camino ascendía con suavidad, acercándonos progresivamente al pie del Trevenque. Pronto apareció la nieve; en principio primaveral y, más adelante, dura y helada, fruto de las bajas temperaturas de la noche anterior. Los primeros resbalones nos pusieron en guardia. Comenzaron a asaltarnos las dudas sobre si lograríamos coronar la cumbre.

Justo al inicio del último ascenso se convocó a consejo a todos los veredistas para dilucidar si se continuaba la ascensión por un piso helado y peligroso. Unos proponían continuar pese a las dificultades. Los más sugerían meter mano a las mochilas para dar cuenta de las viandas transportadas. Y aunque algunos comenzaron un tímido ascenso intentando arrastrar a los demás, los heroismos declinaron rápidamente ante los contundentes argumentos esgrimidos por Pepe Montes: paletilla ibérica fínamente cortada en lonchas.

Estos argumentos se multiplicaron y se hicieron concluyentes: licor de membrillo, pacharán, danielitos, bombones, nochebueno, empanada gallega, galletas caseras... No importó mezclar lo dulce con los salado, el té con los licores, la empanada con los polvorones. Y es que la Verea tiene un buen yantar.

Deduciendo que el día estaba echado, nos dispusimos a iniciar el regreso. Si bien la cumbre se nos había resistido, otras metas se nos ofrecían altaneras en los bares y cafeterías de La Zubia.

Crónica: José A. Mesa
Fotos: Juande

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