sábado, 30 de octubre de 2010

Por la Dehesa del Camarate

Doce veredistas nos dimos cita para dirigirnos a Lugros, con entusiasmo, pese a las intenciones de lluvia. Parada en Purullena para repostar pan y tortas, y continuamos trayecto, pasando por Beas, El Marchal y Policar, que nos ofrecian su paisaje de casas-cueva. El carril que nos conduce hasta la puerta de entrada al Camarate ya nos va poniendo en situación de lo que nos espera, robledal y algún que otro árbol desnudandose.

Comenzamos las ascensión entre un robledal, una vereda que hay que adivinar, pero que Gabriel la va descifrando a la perfección, poniendo la directa, y que Nani aguanta como una jabata. Por el camino vamos encontrando endrinas, procurando todos recolectar un buen puñado para Jose Antonio Mesa, que las va guardando en su bolsa, y haciendolo constar fehacientemente para tener derecho a nuesta copita de pacharán en las próximas navidades.

Continuamos nuestra vereda hasta dar vistas al cortijo del Camarate, y ya vemos los ropajes ocres y amarillos de los caballeros del bosque encantado, el Mostajo, el Arce Granatense, el Cerezo Silvestre, El Castaño, rodeados de la verde tropa de Robles. Pretendiamos seguir asecendiendo a las altas posesiones de los Señores, pero el cielo oscureció las almenas con negras nubes, y nuestros escudos-chubasqueros eran débiles, por lo que se opto por conservar nuestra integridad. No obstanto, la intensidad de la lluvia no fue óbice para seguir recolectando frutas del bosque, y las consabidas castañas, extraordinarias castañas, diria yo, a la vista de su tamaño.

Nueva disquisición, si bajar hasta los coches por un inquietante atajo, o por la seguridad que reporta un bien trazado carril. Algunas dudas, y decisión final por el trayecto seguro, esta vez dejandonos guiar por la mano experta de Jorge, que tomó una sabia decisión, en aras de la "Pax Conyugalix".

El carril se nos mostró en toda su belleza otoñal, con una capa de fina lluvia, alfombra ocre, los verdes líquines de los árboles, el gris del cielo, y una serpeante y suave bajada.
Para rematar el asunto, nada mejor que relatarle nuestras andanzas a la mesonera de Lugros, y ya de paso que nos sirviera unas jarras de buen vino y de fresca cerveza para entonar el cuerpo y el alma, cosa que efectivamente hicimos, y donde fuimos bien servidos.

Cronista: José A Mazuecos
Fotos: Juande y José A Mesa

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