sábado, 30 de abril de 2011

Nacimiento del río Darro (versus Castril)

La excursión al nacimiento del río Castril, al igual que el faldeo de los Alayos, se nos está resistiendo esta temporada. En esta segunda ocasión estaba programada para el sábado 30 de abril y Jorge la había preparado detalladamente ofreciendo dos alternativas: irnos el viernes por la tarde y pasar la noche en Castril o darnos el madrugón (7 de la mañana en la gasolinera de Beas) porque la distancia hasta la zona era considerable.

Pero el mal tiempo vino a introducir un elemento nuevo a la hora de tomar decisiones. ¿La aplazamos? ¿La hacemos así caigan chuzos de punta? ¿Salimos más tarde convirtiendo la excursión en un evento gastronómico para saborear el rico cordero segureño? El debate estaba servido con múltiples y divergentes opiniones (connatural a la verea). Hasta 39 correos se sucedieron en un ejercicio ejemplar de participación y democracia. Sabiamente nuestro guía Jorge supo contentar a todos con una propuesta integradora: no se madrugaba, iríamos al nacimiento de un río y no perderíamos el evento culinario. Su propuesta era quedar a las 12 en la gasolinera de Beas, partir desde la casa forestal los Peñoncillos por el camino de los Bolones a Huétor Santillán pasando por el nacimiento del río Darro (esta fue una lúcida aportación posterior de la guía-consorte Encarna) y comer todos juntos en un restaurante del pueblo. A todos nos pareció una propuesta sensata y se acató por unanimidad.

El día, como habían previsto los tíos del tiempo que cada vez de equivocan menos, amaneció lluvioso pero, a pesar de ello, 18 senderistas se concentraron en la gasolinera dispuestos a no perder la ocasión de disfrutar de la naturaleza y de una cómoda caminata. Entre ellos y ellas Isabel, escapada de Alemania para acompañarnos, María que se incorporaba al ser compatible el nuevo calendario, y Pilar, una amiga suya que se estrenaba en la verea.

El paseo fue agradable; la lluvia, aunque se hizo presente al comienzo, pronto se retiró. Los colores eran de un verde intensísimo y el olor a hierba mojada nos acompañaba. Pudimos contemplar hermosos ejemplares de secuoyas, pinos enormes, encinas en flor… A medio camino descendimos hasta el cauce del Darro guiados clarividentemente por Encarna. El camino transcurrió entonces junto al río entre el bosque de ribera. Para entonces el día se había aclarado y el resto del recorrido fue enteramente gratificante.

Tras la comida, de la que destacaríamos unas deliciosas verduras a la plancha, un paseo por el pueblo para rebajar la ingesta y regreso a Granada. No resultó mal el cambio.


Fotos: JA Mesa

Crónica: El mismo.

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