sábado, 14 de diciembre de 2024

CRONICA RUTA DIEZMA-SILLAR BAJA-PEÑACABRERA

Por primera vez hemos acudido a la convocatoria mas hombres que mujeres, ocho a una, inaudito. 

Nos desplazamos desde el punto de encuentro en gasolinera de Huétor Santillán hasta la población de Diezma, e iniciamos la ruta a unos tres kilómetros del pueblo, por la antigua carretera nacional, en donde se encuentra su poste de señalización. 

La mañana se preveía bastante fría, por lo que todos íbamos preparados para combatirla, pero empezar a caminar y sobrar ropa fue todo uno, el sol templaba el aire calmado, ni los chaparros mecían sus hojas, ni los tomillos, jaras y romeros se estremecían. 

El camino es apacible, sin excesivos desniveles, y marchamos por un carril que nos va conduciendo por varios cortijos, ahora abandonados y ruinosos, pero con mucha vida no hace tanto, como el de Peña Cabrera, el del Peral y la Solana, en los que había familias con niños que iban a una pequeña escuela unitaria que había en el cortijo de la Ermita. Paco me va contando que siendo un chaval de 12 o 13 años estuvo en este lugar desde los meses de octubre a mayo, junto con su dos hermanos, guardando la piara de cabras de su familia, en donde habían arrendado los pastos, y me cuenta que el carril por donde ahora andamos era entonces una vereda, y cómo venia a traer la leche desde el cortijo de Cañá Espinosa hasta el del Peral, así como me enseña los caminos y lugares por donde llevaba el ganado. 


Seguimos ascendiendo por el carril hasta alcanzar el cortijo de Cañá Espinosa y Paco me cuenta que es aquí donde él vivió durante esa temporada, a donde no había vuelto a venir desde entonces. Me indica la puerta por donde se entraba a la habitación donde dormía en un jergón. Intenta empujar la puerta desvencijada pero no se puede, está atrancada y se resiste, por lo que se hace una foto de recuerdo junto a ella. 

Continuamos nuestro camino, dejando atrás recuerdos de tiempos difíciles, y rebasamos el barranco de la Garduña, del que emana un nacimiento de agua, hasta alcanzar al grupo, que nos espera en el collado de Anapera. En una curva del carril sale un pequeño, estrecho, poco transitado e imperceptible sendero, hasta que se pierde entre un bosquete de encinas, ¡qué digo perderse ¡, ¡que Miguel no está ¡, ¿por donde se ha quedado este hombre?, y ahora a voces: Migueeeeel, Migueeeel “… vaya, se ha ido a despistar en el sitio mas complicado …. Al poco, por fin contesta y se nos une, “es que me ha llamado fulanica y sotanica, y no me he dado cuenta por donde ibais”, nos dice. Bueno, todo solucionado y continuamos nuestro camino tranquilamente, disfrutando de un tiempo excelente, por un paisaje en el que me siento en mi tierra, en mi lugar raíz, hasta el olor que trae el aire me resuena. 

Ahora comenzamos a descender por el barranco de Cañamayo por un carril que nos lleva hasta el arroyo de los Villares, en el que han construido una gran balsa que proporciona riego para todas las fincas de la vega de Síllar, población a la que llegamos sobre media mañana.

 

        En la plaza del pueblo, amplia, soleada, donde hay una hermosa fuente y una pequeña iglesia, y unos cuantos bancos, en ellos nos acomodamos para tomar la fruta.

Solo dos vecinos pasan por ella y nos saludamos buenos días , no vimos a nadie más. Claro, que es un pueblo que solo tiene 72 habitantes (a fecha enero de 2023), 47 hombres y 25 mujeres (con tan pocas mujeres pocos niños – o ninguno – habrá en el pueblo, pienso yo).

Está situada a una altitud de 1.253 metros, y por lo que vemos el olivo, el almendro, las cabras y ovejas es su fuente principal de riqueza, ah, y dos casas de turismo rural, una de ellas es la antigua escuela, llamada la Cocorocha. 

Antes de salir del pueblo nos hacemos una foto delante de la casa con pinturas de animales. 

Nos dirigimos por el camino hacía una granja con una gran nave y las cabras salen a la puerta a cuchichear, somos la novedad del día. 

Ahora transitamos por una vereda que se pierde hasta llegar al barranco del Zar, que no lleva ni gotica de agua, y eso que debería.

Una pareja de hermosas perdices va delante nuestra, correteando por el cauce pedregoso para que no las alcancemos, no quieren cuentas con nosotros, y al fin las dejamos tranquilas porque nos salimos del barranco por una zona de tomillar que nos lleva hasta un carril. Mas adelante encontramos una cancela que Miguel amablemente nos abre y facilita el paso.

Al poco nos topamos con un patrullón de gente que ocupan el ancho del camino y van a un paso mas lento que el nuestro, que nos impide avanzar. Menos mal que un poco mas adelante aquel grupo, que dicen vienen de Cúllar, continúan el camino y nosotros desviamos el nuestro para ascender por una semiescondida senda hacia el cerro del Castillo, que mas adelante se difumina y desaparece, aquí el monte está sembrado de piedra caliza.

Antonio y Miguel comentan que les encanta este lugar, y a mí también me lo parece, y al parecer también a las cabras, porque algo mas arriba aquello está plagado de bolillas negras. Nos detenemos en la cima un momento para contemplar el paisaje, tenemos al fondo las cumbres blancas de Sierra Nevada, y delante Peña Cabrera y su castillo árabe, llamado de Qabrira, al que nos dirigimos. Según mi parecer esta es la parte mas bonita de la ruta.


Ascendemos a Peña Cabrera por una pequeña senda algo deteriorada hasta la puerta de entrada al castillo, Gabriel, Roberto, Miguel y yo, y como nadie nos sale al paso continuamos por una hendidura natural de la roca que a modo de pasillo nos conduce hasta el alto donde se encuentran los restos de algún paño de mampostería de su muralla, desde donde se controla visualmente el paso de la actual autovía. 








Ahora comienza la bajada, en la que nos hemos quedado rezagados Isidro, Angela y yo, por la que extremamos la cautela por lo resbaladizo y empinado del terreno. Ya incorporados a terreno seguro y por un comodo carril llegamos hasta el lugar donde dejamos los coches en un coser y cantar. 

Como suele ser habitual después de una ruta nos fuimos a comentar la jugada a un bar de Diezma, “El Guinda”, donde nos refrescamos con unas cervezas, y esta vez los bocadillos se quedaron en la mochila. Hasta la próxima, amigos. 

Crónica: José Antonio Mazuecos

Fotos: J.A. Mazuecos y varios más.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Collado del Alguacil - Jérez del Marquesado

El domingo 3 de Noviembre se programó la ruta que guio nuestra compañera Pepa.

Salimos de las proximidades del Palacio de Deportes alrededor de las 07:30 en el microbús que contrató José Antonio Mesa y que nos llevó hasta el Collado del Alguacil de Güéjar Sierra.

En el camino presenciamos como el sol comenzaba a iluminar las cumbres de la Sierra a medida que nos acercábamos al punto de inicio de nuestra ruta a eso de las 08:40. Al llegar aún quedaba escarcha sin fundir sobre la hierba.

Antes de iniciar la ruta guardamos un minuto de silencio como muestra de solidaridad en el dolor y en recuerdo de todas las víctimas y personas afectadas por las consecuencias de la catastrófica DANA que ha asolado a una gran extensión de la Comunidad Valenciana y a zonas de Castilla la Mancha y Andalucía.

El día estaba despejado y todo nos hacía pensar que pasaríamos calor, el sol salió y no teníamos viento. Así comenzamos a caminar y no tardamos mucho en quitarnos la primera capa que nos cubría. Sin embargo, las nubes comenzaron a cubrir las cumbres del Veleta, el Mulhacén y la Alcazaba desde el Este y la panorámica inicial quedó oculta.


Así llegamos a la Fuente de los Amigos, donde nos reunimos para tomar una foto de grupo con un fondo extraordinario. Aquí ya tomó presencia algo de viento que a algunos nos hizo abrigar de nuevo.
Falta el fotógrafo.

Reagrupados retomamos enseguida la ruta de moderado ascenso hasta las cercanías del Alto de las Catifas donde nos detuvimos a reponer fuerzas con algo de fruta.


Paco Teva nos regaló los deliciosos pistachos que él prepara y -de remate-, unas guindas al aguardiente de no te menees, deliciosas. Tras este breve descanso, entorno a las 11:00, seguimos “verea” arriba pasando por la Peña de los Soldados, desde se contemplaba -hacia el Sur- una vista estupenda del valle por donde desciende el desagüe de las cascadas de Los Lavaderos de la Reina.

Pronto llegamos a contemplar la vertiente de la Haza del Camarate aunque entre girones de nubes que nos rodeaban por momentos volviendo a descubrirse ofreciendo unas imágenes típicas del otoño y que nos anunciaba la posibilidad de lluvia. De hecho algunos de los móviles recibieron una señal de alerta por “Riesgo de Lluvias extremas”, lo que nos sorprendió a todos, pues 3 o 4 recibieron la señal de alerta y el resto no. En cualquier caso, viendo que aumentaban las nubes y por si acaso esta señal se convirtiera en algo real continuamos sin tardanza con nuestra ruta ya de descenso.


No tardó mucho en que la lluvia se manifestara sobre nuestras cabezas, tímidamente al principio y con mayor intensidad después; con lo que tuvimos que hacer uso de nuestros impermeables y capas de agua para evitar terminar empapados.


Por suerte fue un chubasco breve y en unos 15 minutos escampó; nos regaló un arco iris y vuelta a guardar las prendas de lluvia.


Ya era cerca de las 14 cuando paramos a comer, tendimos los impermeables al sol y tomamos lo que cada uno había traído. Aquí aparecieron nuevamente los pistachos de Paco Teva y las citadas guindas curadas con aguardiente que él prepara y tiene la generosidad de ofrecernos.


Con renovadas fuerzas retomamos el camino de bajada por el cortafuegos que atraviesa un bosque de pinos silvestres. La fuerte pendiente y los kilómetros de la ruta ya se empezaron a notar sobre nuestras piernas (por lo menos en las mías); pero animados por la cercanía a Jerez nos dio el impulso suficiente para terminar en un bar del pueblo y disfrutar de una cerveza fresquita para unos y de unos cafés calentitos para otros. Un paseo por el pueblo hasta la parada del autobús y el regreso a Granada. Para terminar tomando el tranvía que nos devolvió al punto de salida.


Crónica y fotos: Guillermo.

sábado, 5 de octubre de 2024

Ruta de San José a Los Escullos

 Pasando por:

- Cantera Los Murcianos (4.8 km)

- Collado de los Grajos (5.7 km)

- Collado de Cala Grande (6.3 km)

- Cala Chica (6.6 km)

- Playa de Piedra Galera (7.7 km)

- Castillo de San Felipe (8.9 km)

La ruta es sencilla y transita por un terreno en el que no hay sombras (no hay vegetación arbórea), apenas unas ruinas donde refugiarse a la sombra y luego en la playa bajo una rocas.

Es preciso llevar agua y recomendable bañador y, si se quiere disfrutar de las cristalinas aguas de la Reserva Natural del Cabo de Gata, unas gafas y tubo para ver y respirar bajo el agua.

El día fue soleado y en ocasiones con una agradable brisa que aliviaba del calor; pero en general resultó un camino de bastante calor a pesar de que estábamos a primeros de Octubre.


Salimos de Granada a las 08:00 hrs. (quedamos quince minutos antes para no retrasar la salida) el autobús nos llevó hasta San José en el Cabo de Gata donde llegamos cerca de las 10:00. Quien quiso tomamos un café, o cada quien lo que más le apeteció. A las 10:30 hrs. quedamos a la entrada del puerto para tomar el camino que nos llevaría a la ruta. Al principio discurre por el pueblo y enseguida tomamos un camino de tierra y seguimos la ruta marcada.

El paisaje que acompaña el camino es el predominante de la costa almeriense (esparto, palmitos, pitas, , cactus, salicornia, aulaga, entre otras hierbas y arbustos).  Es recomendable prestar atención a la geología del terreno que presenta una variedad interesante, con zonas de rocas volcánicas (basaltos), rocas calcáreas (con presencia de fósiles) y otras rocas. En el camino, que está bien marcado, se pueden leer los carteles con información más minuciosa y detallada sobre la geología del lugar y de sus orígenes. Tomamos la fruta a la sombra de las ruinas de una construcción de una antigua edificación de una explotación del terreno (parecían yesos). Luego comimos con unos amigos a la sombra y bajo una agradable brisa del Castillo de San Felipe, otros optaron por comer en el hotel cercano en Los Escullos, luego tomamos unas cervezas fresquitas y un café junto con el resto del grupo. En la playa nos dimos un refrescante baño que disfrutamos como niños.

Seguimos por el pueblo donde un compañero, Juan Montes -del Club “El caminico” que en esta ocasión compartió excursión con nuestro club-, nos ofreció una pequeña charla sobre la geología y características de los terrenos por los que discurrió nuestra jornada. Más tarde caminamos hasta donde nos recogió el autobús (17:30 hrs.) y nos regresó a Granada (20:00 hrs.)

Una ruta estupenda para iniciar la temporada en la compañía de los amigos del Club "Por dónde va la verea"

Ruta en wikiloc

Crónica y fotografías: Guillermo.