Como parecía que la lluvia nos daba una tregua, decidimos
hacer una ruta por el Valle de Lecrín, zona siempre amable y gratificante para
el senderista. Además contábamos con otra motivación: los naranjos debían estar floreciendo y el aroma del azahar estaría invadiéndolo todo.
El municipio de Lecrín está formado por las localidades de
Acequias, Béznar, Talará, Mondújar, Chite y Murchas. Nos dirigimos a Talará, aparcamos los vehículos en los alrededores de la Venta Natalio y enfilamos la antigua carretera de Motril para coger la calle Purísima que nos dejará al otro lado de la autovía. En principio por un carril asfaltado y después por una vereda entre pinos, nos vamos acercando a la localidad de Béznar, no sin dar antes con unas vistas magníficas sobre el pantano.
El descenso es rápido, dejamos atrás los pinos para atravesar huertas de limoneros y naranjos bien cuidadas.
La siguiente parada es en el lavadero de Béznar, muy bien conservado y con el agua corriendo por las pilas de lavado. Imprescindible retratarse en tan bello lugar.
Llegamos a la población que atravesamos hasta llegar al monumento al mosquetero donde nos detenemos y degustamos unas exquisitas tortas de azúcar y chicharrones compradas a la panadera por nuestra compañera Mª Ángeles.
Nos dirigimos a continuación a un área recreativa junto al pantano y de allí hasta el mismo borde del agua. El paisaje merece la pena contemplarlo largo tiempo pero hemos de continuar nuestro camino.
Un cómodo sendero nos lleva hasta hasta el barranco de Chite que comenzamos a remontar. Nos encontramos con una primera dificultad al tener que atravesar el arroyo que logramos cruzar no sin algún resbalón y la correspondiente caída.
El siguiente cruce del cauce (quedaban cuatro más) nos decide a volver sobre nuestros pasos y coger un camino alternativo con magníficas vistas al pantano. Allí hacemos una parada para tomar un tentempié.
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La ruta atraviesa campos y huertas que relajan e invitan a la contemplación.
Pronto damos vista a Chite, otro pequeño pueblo del valle que asombra por sus casas moriscas y señoriales del s. XIX caracterizadas por sus paredes blancas y sus hermosos jardines.
Dejamos atrás la población y en poco tiempo llegamos de nuevo a Talará, inicio de nuestra ruta. Ahora toca el relax y el cerveceo en la terraza del bar Garvi donde brindamos por Ana, nuestra nueva socia del club.
Fotos: Antonio Domingo e Indalecio,
Crónica: JA Mesa