Sábado 2 de diciembre, toca subir
al Alto de los Miguelejos.
A las 8:30 más o menos después de
dar cuenta de un buen desayuno en Cenes , tomamos carretera y manta y nos
dirigimos a Quéntar, dónde recogemos a Paco
que nos hará de guía en esta ruta. No es que quiera hacer dejación de
mis responsabilidades de guía titular, más bien no me queda más remedio que
rendirme ante tan buen conocedor del
terreno. ¡¡ gracias Paco por guiarnos con paso firme y hacer tan ameno el
camino!!
Dejamos atrás el pantano de
Quéntar con su impresionante tajo, tomamos el carril del Tintín, dónde dejamos
los coches e iniciamos la marcha, la primera salida invernal de esta temporada.
Desde este momento, ¡¡todo una
gozada!! El cielo azul intenso, el aire limpio y Quéntar siempre al fondo
vigilando nuestros pasos.
Sin prisa pero sin pausa, dándonos tiempo para
disfrutar del paisaje, ascendemos hasta
dar vista al Alto de los Miguelejos “el
cerro rebolondo” de mi infancia, dónde aparecían las primera nieves del
invierno, a lo lejos, imponente nos espera con sus 2017 metros.
En el camino, unas veces por
veredas, las más campo a través, parapetos, trincheras,
cuevas, cortijos derruidos, majanos… nos recuerdan nuestra fatídica Guerra
Civil y el esforzado trabajo de agricultores y pastores de tiempos no tan
lejanos.
Bordeamos el cerro del Tamboril y
ya en la falda de Los Miguelejos paramos
a reponer fuerzas antes del último “ repechón”. Todo un lujo degustar nuestras
viandas en tan excepcional restaurante, Veleta,
Mulhacen, Alcazaba, Picón de Jerez, ante nuestros ojos.
Levantamos el campo y ¡¡arriba por
el pedregal!! Recorremos toda la cuerda hasta llegar al punto geodésico
del Alto de Los Miguelejos, allí, las excepcionales vistas , prometidas en , convocatoria, nos recompensan de cualquier
esfuerzo, Sierra Nevada, Sierra Arana, Tejeda/ Almijara , El Lucero, La
Maroma, Sierra de Huetor, Sierra de Baza, Hoya de Guadix…
Pero corre un
airecillo que se cuela hasta os huesos, así que sin muchas contemplaciones y
menos fotos de las habituales iniciamos el descenso hasta el barranco del
Tintín por una fuerte pendiente con muchas piedras sueltas “con cuidadito y
buena letra” alcanzamos una vereda que cómodamente entre amigables charlas y
risas nos lleva al punto de partida.
Y
ahora las consabidas cervezas, vinos, tés, cafés, brindis y
agradecimientos, imprescindibles en todas nuestras rutas.
Besos y abrazos de despedida y “cada mochuelo a su olivo” ¡¡¡eh,eh eh
y las mochuelas también!!!!
Crónica: Pepa López
Fotos: Indalecio.