lunes, 23 de octubre de 2017

Pico de La Torca. Sierra de Alhama.

            El sábado 21 de octubre teníamos previsto visitar la sierra de Alhama, y concretamente ascender a su pico más alto, La Torca, de 1.500 m. de altura.
La sierra de Alhama es un macizo montañoso, que forma parte del Arco Calizo Central, y que va desde el Boquete de Zafarraya hasta el Puerto de Los Alazores cerca de Alfarnate. Es un terreno kárstico de roca caliza, erosionado por el agua, lo que da lugar a una configuración característica, con formaciones caprichosas, terreno abrupto y difícil de andar, que en algunos lugares presenta torcas o dolinas, que son depresiones u hondonadas entre rocas, y de ahí el nombre del Pico de La Torca. Hace frontera natural entre las comarcas de la Axarquia y de Alhama, y desde sus alturas se puede observar al Este el cerro de La Maroma y Sierra Nevada, al Oeste la sierra de Camarolos, al sur el pantano de La Viñuela, los pueblos entre otros de Periana, Vélez-Málaga y Torre del Mar, y el azul del Mediterráneo, y al Norte el polje de Zafarraya, salpicado de balsas y pozos para el aprovechamiento agrícola.
Para observar este espectáculo quedamos citados a las 8´30 h. en el Manzanil de Loja, por ser punto de confluencia con Miguel y Dani, que venían de Málaga. Después de las tradicionales muestras de afecto y un desayuno adecuado partimos rumbo a nuestro destino por la comarcal A-341, hasta llegar a una cantera que se encuentra un par de kilómetros antes de llegar a Zafarraya.
Iniciamos inmediatamente la subida a la sierra, al mando de nuestro experimentado guía Jose Antonio, el Señor de LagunaLar, que con gps en ristre va guiando nuestros pasos por un pedregal caótico, aguantando como puede nuestras bromas y el desperdigueo del grupo. Conforme ganamos altura el Señor de Los Alayos toma la cabecera para ir rastreando el terreno y facilitarnos el ascenso. Hay que ir con mucho cuidado, pues el piso es abrupto y sin sendero. El lugar invita a ir parando de vez en cuando, para poder levantar la vista del suelo y contemplar el paisaje tan espectacular que se nos presenta, y especialmente cuando alcanzamos la cresta de la sierra, donde comenzamos a contemplar el paisaje a un lado y otro de la misma. Belleza donde la haya y sensación de espíritu libre.
Poco después llegamos a la cima de la Torca, donde nos hacemos la foto de grupo, y echamos un rato contemplativo, intentando identificar los distintos pueblos, sierras y montes que se expanden en el horizonte.
Continuamos la marcha cresteando hasta llegar a una hermosa dolina, que contenía en el centro una charca, y junto a ella un pozo. Un lugar realmente maravilloso. Nueva parada, fotos y comentarios.
Continuamos la cresta un poco más, hasta que nuestro guía dispuso que ya era el lugar de iniciar la bajada, por un espeso y precioso pinar, buscando la dirección de la cantera donde dejamos los vehículos.
Como llega la hora de reponer fuerzas, escogemos un acogedor lugar entre los pinos para comer y descansar, y de postre reparto de chocolates y caramelos de café.
Reanudamos la marcha hasta alcanzar un sendero que nos lleva directos hasta los vehículos, en una jornada serrana espectacular, de buen ambiente, divertida, amigable, humorística, con algunas caídas sin consecuencias relevantes, y …¡oh, rareza ¡, sin que el Inclito nos deje tiraos. 
Sellamos una jornada de sobresaliente cum laude con unas merecidas cervezas en la plaza de Zafarraya, y antes de volver a Granada unas fotillos de despedida pasadas por agua en la preciosa fuente de la plaza.
Apuntado queda que para otra ocasión habrá que transitar por la otra mitad de esta maravillosa sierra de Alhama, y conocer las maravillas que nos tenga reservadas. Hasta la próxima, amigos.

Crónica: JA Mazuecos
Fotos: Antonio Domingo


sábado, 7 de octubre de 2017

La Tahá de Pitres

Después de algunos años hemos vuelto a La Tahá  aunque en esta ocasión la ruta ha sido diferente. Desde Pitres nos hemos dirigido a Mecina, Mecinilla y Fondales. Hemos bajado al río Trevélez y de allí  a Ferreirola,  Busquistar, Atalbeitar y regreso a Pitres.
A la hora más o menos acordada llegamos a Pitres donde nos esperaban Elena, Adolfina y Lourdes, junto al restaurante "La Carretera", en pleno "Paseo Marítimo" (el puerto de mar no lo vimos ni tampoco los sembrados de sardinas aunque una barca sí que se han traído de Motril y la han anclado en medio del pueblo; menudos bárbaros).
Comenzamos la bajada a Mecina Fondales transitando por una buena vereda aunque algo pendiente.
Pero aquí comienzan a fallar los gps del guía (el que suscribe) y rápidamente es apoyado por el telefonillo de Elena que, aunque con poca batería, nos coloca en el camino correcto.
Llegamos a Fondales que celebraba  sus fiestas patronales. Bajo la carpa, los  paisanos confraternizaban con  algunos guiris que se han adaptado al terreno y refuerzan la escasa población alpujarreña.
No nos invitan a desayunar ni a las copas de anís que se estaban calzando por lo que seguimos de largo sin volver la vista atrás.

La ruta nos lleva al río Trevélez. Nos hacemos fotos en un puente que cruza el río y, aunque no era el romano, años tenía un montón.
Volvemos sobre nuestros pasos para iniciar una fuerte subida y ....perdemos la vereda (por dónde va la verea? Os suena). Recurrimos a Elena pero su gps  también se ha gripao. Pedimos como último recurso a nuestro compañero "Rastreator" que nos saque del atolladero y éste, que nunca falla, tras olfatear a diestro y siniestro, rápidamente nos recoloca en el camino.
Pequeño incidente: Antonio pierde sus gafas... y las vuelve a encontrar al día siguiente colgadas en la parte de atrás de su mochila... ¡Como andan las cabezas!
Poco después avistamos Ferreirola (que significa pequeña fuente de hierro), otro bello pueblo de la Tahá con su iglesia del s XVI, sus calles empinadas y sus bellos tinaos.
Una marcada senda que transcurre entre castaños, nogales y huertas nos coloca  al cabo de hora y pico en Busquistar (menudo repechón para atravesar el pueblo y llegar a la carretera).
Nos entra la duda de si comer en esta localidad o hacerlo en la siguiente, Atalbeitar. Un paisano busquiteño nos indica que en Atalbeitar solo existe un bar llamado el "Horno Pollas y que casi siempre está cerrado. Cunde la división en el grupo pues mientras unos quieren continuar y comer sin necesidad de alcohol en el próximo pueblo, otros prefieren asegurarse la cerveza en la tierra que pisábamos, Busquistar, donde los bares estaban abiertos. No nos independizamos unos de otros de milagro y al final aceptamos democráticamente la decisión de la mayoría, consistente en seguir hasta Atalbeitar, a ver que nos deparaba la suerte.
La calor arrecia (vaya calor en el mes de octubre en las Alpujarras), el asfalto desprende grados propulsados a chorro y el sofoco de los senderistas es propio de la canícula veraniega. Menos mál que podemos dejar pronto la carretera y una cómoda vereda, ya con más arbolado y frescor, nos acerca a Atalbeitar (que según Mercedes significa "pueblo del veterinario").
Algunos seguimos con el alma encogida pensando en la rubia maltesa y el mal augurio del paisano busquiteño. Y al llegar a la plaza... albricias, el Horno Pollas estaba abierto. Y con una selecta clientela de extranjeros, fumetas e hippies con perro que reían  continua y ostentosamente (¿qué se abrían tomado?).

Nos apropiamos de parte de la plaza y nos acomodamos en los escalones junto al pilar. Sacamos los bocatas, algunos hacen acopio de diversas bebidas y comienza una merecida manduca entre el jolgorio reinante.
El dueño del bar Horno Pollas, tras defenderse de la acusación de sus cierres intermitentes, que por supuesto niega, nos explica que el nombre del bar se debe a que anteriormente era un horno que tenía fama de no pagar a los que le vendían el trigo, la harina, la leña... por lo que era común oír entre los proveedores el comentario.... "sí, en el horno te van a pagar pollas". Qué mejor nombre, pues,  para este bar. Por cierto, de tapa te van a poner p...
Dejamos atrás la "movida" de Atalbeitar con risueñas y sonoras despedidas para sumergirnos de nuevo en la calor. Afortunadamente pronto nos adentramos en un frondoso bosque donde la fresca brisa es recibida con alivio. Atravesamos el hermoso arroyo Bermejo con sus purpureas aguas ferruginosas . 
Y acometemos otro nuevo repechón, afortunadamente el último,  hasta encontrarnos de nuevo en el Paseo Marítimo de Pitres. Fin de la ruta. Todos contentos.  Lo de después es lo de siempre, así que no lo voy a contar.
La próxima nos espera.
Fotos: Indalecio y JA Mesa
Crónica: JA Mesa