jueves, 29 de agosto de 2013

POR EL VALLE DE LIEBANA

Como en años anteriores, este verano hemos organizado una salida especial, culmen de la temporada, y esta vez le ha tocado el turno al Valle de Liébana, lugar privilegiado enclavado entre la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa. Elegimos la opción que nos ofrecía la empresa de turismo y aventura "Vértigo, S.C", con sede en el pequeño pueblo de Cahecho, enclavado en la Sierra de La Sagra, a 850 mts. de altitud, y atendida por Gonzalo, que fue nuestro guía, exhaustivo conocedor de la zona, y excelente anfitrión.
Dieciséis veredientes emprendimos viaje hacia tierras cántabras, con la ilusión de pasar unos dias en la montaña y en buena compañía.
 
 Sin incidencias llegamos a Cahecho, y nos instalamos en las cuatro casas, todas con un mirador común hacia el Valle, y rodeados por todos lados de montañas. Una temperatura fresca, nubes, agua fina, algún chubasco, brumas, y algún solecito ha sido el tiempo que nos acompañó durante nuestra estancia lebaniega.
Todos los dias salíamos hacia nuestro destino a las 9´30 de la mañana y volvíamos hacia las 7 de la tarde, con tiempo suficiente para arreglarnos y cenar a las ocho y media en el único restaurante del pueblo, donde fuimos atendidos de forma excelente.
El domingo dia 4 ascendimos al Pico Coriscao (2.236 mts.), rebautizado por los veredientes como "Curaçao",

desde el Puerto de San Glorio, lindante con la provincia de León, con 18 kilómetros de recorrido, en cuya cumbre pudimos divisar los tres macizos de los Picos de Europa, así como la Sierra de Peña Sagra, y el mar de cumbres que nos rodeaban. 
De allí descendimos hasta el pueblo de Llánaves de la Reina, donde nos refrigeramos y algunos aprovecharon para hacerse la fotito junto al pobre oso disecado. 

El lunes le toco el turno a los Picos de Europa.
Estaba prevista la subida al pico de Peña Vieja, pero Gonzalo modificó el itinerario por el riesgo de resbalones y caídas en algún nevero, y en su lugar nos condujo al Pico de la Padiorna (2.319 mts.), con 12 kilómetros de recorrido.

Previamente cogimos el teleférico de Fuente De, la verdad con su poquito de congoja, ya que el artefacto se eleva por encima del terreno de forma considerable y una infortunada caída no dejaría lugar a dudas.



A la vuelta, y animados por Gonzalo, un pequeño grupo se desvió hacia Collado Jermoso, situado en el corazón del Macizo Central y lugar ideal para las ascensiones y escaladas de algunos de sus picos mas emblemáticos, pues allí mismo, colgado sobre el valle de Valdeón, existe un refugio. 
Aquí aprendimos que quince minutos en los Picos de Europa son una hora.
La bajada la hicimos caminando hasta Fuente De, con mas vueltas que revueltas, pero al fin llegamos.


El martes tocaba dia libre, y después de algunas deliberaciones nos pusimos de acuerdo en la ruta.
 
 Visita a la Ermita de Santa Maria de Lebeña, enclavada en un lugar paradisiaco, junto al rio Deva a su paso por el desfiladero de La Hermida,


 y declarada Monumento Nacional, de estilo mozárabe, mandada construir por los condes de Liébana allá por el año 925, y junto a su puerta un tejo milenario, que murió hace pocos años.
 
 Como curiosidad la piedra frontal del altar, de origen visigodo, con el símbolo solar en movimiento.
 
Visitamos igualmente el Centro de interpretación de Picos de Europa, en Tama, y una destilería de aguardiente de orujo, típico de la zona.

Un pequeño grupo visitó el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en la próxima localidad de Camaleño, famoso por albergar obras literarias del Beato de Liébana, así como el Lignum Crucis, que es - según la Iglesia Católica - el trozo mas grande conocido de la cruz de Cristo, por cuyo motivo es lugar santo de peregrinación para los creyentes cristianos, a nivel de Jerusalén, Roma, y Santiago de Compostela.
 
En Potes paseamos por sus calles y algunos se atrevieron con la tirolina, a diez euros tres tiradas.
 


El miércoles tocaba subida al Cuernón de Peña Sagra, pero hubo que cambiarla por un paseo por la propia Sierra, ya que amaneció un dia muy nublado y lluvioso, tanto que, si no nos llega a animar Gonzalo, no salimos. 

Fueron 23 kilómetros de recorrido, saliendo desde el mismo pueblo de Cahecho, si bien algunas aprovecharon el servicio de camioneta que les quitó unos cuantos kilómetros de cuesta. 
 
El recorrido fue entre hayedos y robles de un porte centenario, enormes, era como de cuento de hadas y gnomos, con un paisaje exhuberante.
 
 Pasamos por la Ermita de Santa Maria de la Luz, y las localidades de Aniezo y Luriezo, hasta llegar de nuevo a Cahecho.
 

El jueves Gonzalo nos preparo un paseo, mas bien para estirar las piernas y hacer ganas de comer, para lo que nos esperaba mas tarde. 


Subimos en taxi al Puerto de Piedras Luengas, lindante con la provincia de Palencia, y recorrimos una distancia de 12 kilómetros, con un paisaje muy parecido al del dia anterior. 


Cerca de allí se encuentra el pico Tres Mares, llamado así por verter aguas al Mediterráneo por el rio Hijar; al Cantábrico por el Nansa; y al Atlántico por el Pisuerga. 
Finalizamos la caminata en la Venta Pepín, en donde nos tenían preparado un cocido lebaniego, elaborado con productos propios. 
 
Allí se pudo haber repetido la tragedia del niño de los garbanzos que contaba Paco Gandía, pero faltaban los toros y la calor andaluza. Pero a falta de toros merodeaban por el lugar los temidos osos, de los que los lugareños cuentan sus historias.
 

El viernes, nuestro último dia en tierras cántabras, era dia libre, y el grueso del grupo nos fuimos a la localidad de San Vicente de la Barquera, y Gabriel y Maria del Mar se fueron con Gonzalo al Pico Parais, en la Sierra de Peña Sagra.
Los del Pico Parais llevaban un encargo, que era dar con el paradero de un rebaño de cabras que se le había perdido a un pastor, 
 
y algunas encontraron junto con su perro guardián al que socorrieron en su hambruna.

Los de San Vicente de la Barquera, como no podía ser de otra forma, se dedicaron a andar por los acantilados del Parque Natural de Oyambre, a cuya extensa playa llegaron por su verea correspondiente, 

 si bien a la vuelta destaparon el tarro de las esencias y cada cual la hizo como mejor le pareció, entre albardales, campo a través, vallas, zarzas, y alguna caída en hoyos ocultos.

 
Esa noche hubo cena especial de despedida, algún cante, chistes, recuerdos de los ausentes, y agradecimientos.
Bien está lo que bien acaba, abrazos, despedidas, y viaje de vuelta.
Adoptamos un dicho de los montañeros de la zona, y es que cuando el dia anterior quedan para salir al monte, confirman su asistencia diciéndose "mañana salimos aunque haga sol". Esta se la dedicamos especialmente a nuestro compañero Isidro.

CRONISTA: José A Mazuecos
FOTÓGRAFA: Mititilla