Blancanito
empeñada en subir al Cerro del Caballo comprendió que no era el momento
adecuado, pues circunstancias maléficas habían convertido al caballo en mula. Lo
que hizo que se postergara a una dimensión espacio tiempo en sintonía con los
ritmos circadianos de la mayoría de veredientes, para que en su mayoría pudiesen
acudir.
Ante
esta contrariedad y en vista de que la Verea no perdona, Blancanito pensó,
consultó, googleó, y decidida convocó la última post-temporada a la Laguna de
Lanjarón. En busca de aire fresco, lagunas y el suspense de nuevas vereas.
Como
siempre alguna y otros contestaron y comentaron y hasta alertaron. Pero la
Blancanito que andaba atareada no pudo más que confirmar la salida, aún a
sabiendas de las incertidumbres que se cernían sobre el camino a recorrer,
confiada en el buen saber de quienes le acompañaban y su conocimiento de la
montaña.
Allí se
encontraron, en el punto de partida, junto al rio Genil bajo los Pinillos,
donde acudió el Hada Pepa-madrina para despedirles y decirles que no podría
acompañarles porque tenía otra obra entre manos, allí cerca, en las tierras de
Quentar. Sí allí estaban todos los que fueron y llegaron, los Siete Nanieves: Sabio, Gruñón, Feliz, Mudito, Tímido, Trabajador
y Dormilón. - Ya los conocéis y
sabéis quienes son-.
Repartidos en dos carruajes, uno carro y el
otro carroza, llegaron a la Hoya de la Mora, y partieron, sin dudarlo, bastón
en mano. Al principio con buen ritmo, pero conforme iban ganando altura, que no
podemos decir con exactitud pues no estaba el Hada Mititilla que calibra con
mesura, se iban deteniendo acá y acullá, hora hago fotos en la Laguna de las
Yeguas, hora escuchamos el rumor de las chorreras.
Y andando y andando llegaron a los neveros
que había que atravesar, para llegar al refugio del Elorrieta, los dos primeros
con nieve blanda, sin dificultad, pero el tercero plantea dudas y por tanto
diferentes alternativas: seguir, subir por las piedras descompuestas y
crestear, o cambiar de dirección.
Ante la necesidad de tomar una decisión Blancanito, que en esta ocasión es la guía sin que sirva de precedente, propone pensar mientras se toman la fruta que llevaban en los zurrones y el vino de la bota. Gruñón, que no puede quedarse quieto, se adentra en el nevero y después de unos pasos se vuelve, asegurando que la dureza del hielo impide el acceso, y sin dejar de gruñir, propone llegar a la laguna del Carnero, a lo que su hermano le recorta sugiriendo el Lagunillo Misterioso.
Ante la necesidad de tomar una decisión Blancanito, que en esta ocasión es la guía sin que sirva de precedente, propone pensar mientras se toman la fruta que llevaban en los zurrones y el vino de la bota. Gruñón, que no puede quedarse quieto, se adentra en el nevero y después de unos pasos se vuelve, asegurando que la dureza del hielo impide el acceso, y sin dejar de gruñir, propone llegar a la laguna del Carnero, a lo que su hermano le recorta sugiriendo el Lagunillo Misterioso.
En vista de que la mayoría de Nanieves no ven
con buenos ojos trepar por las piedras, y después de las sugerencias, aceptan
la propuesta de llegar al Misterioso y según se encuentren y quienes quieran,
seguir hasta el Carnero o tomar el camino de vuelta.
De nuevo se retoma la marcha, con la parada
obligada para buscar el bastón mágico que perdió Gruñón en las profundidades de
una de las lagunas.
Todo el grupo apoyó su hazaña, cuando este se introdujo en las aguas gélidas del deshielo, y mas tarde salió de ellas sin pena ni gloria, y sin bastón, pero con la satisfacción de quien lo intentó.
Todo el grupo apoyó su hazaña, cuando este se introdujo en las aguas gélidas del deshielo, y mas tarde salió de ellas sin pena ni gloria, y sin bastón, pero con la satisfacción de quien lo intentó.
La brisa fresca de la montaña a esta altura
impide que pasemos calor, la temperatura es muy agradable y la vista no
encuentra palabras, sólo fuertes contrastes de color que no dejan de sorprender,
y diferentes olores de buenas esencias que llegan sin esperarlo.
Bajando por senderos de piedra descompuesta, nos
acompaña el murmullo de aguas entre borreguiles y el sonoro descenso de las
chorreras. Con el Cascajar del Cartujo a nuestra izquierda, nos miran de reojo
cuando las cruzamos al pasar, vaquillas y toros en bucólico tozar.
Cuando parece que al fin descubriremos la
laguna, entre resoplos y murmuraciones caminamos un poco más, por lo que sólo
son piedras afiladas y en el siguiente remonte detrás de grandes rocas y
escondido, por fin disfrutamos de la vista del Lagunillo Misterioso. Agua
cristalina y quieta que mantiene, en alfombra del mil verdes, a las estrellas
de las nieves más grandes nunca vistas.
Es el momento de sentarse a contemplar y
descansar, mientras saboreamos los manjares traídos de las tierras bajas. Se
intercambian frutas, queso de cabra, lomo casero, vino, chocolates y el pan tan
bueno, elaborado por sus propias manos, del mejor panadero de Granada, que también
nos acompañaba.
Una vista más al desagüe del lagunillo, una
foto para el recuerdo y nos despedimos hasta luego; cuatro que se van al
Carnero y cuatro que inician el camino de vuelta. Quedamos en vernos en la venta
del camino que ya conocemos.
La vuelta hasta la Hoya de la Mora, aunque
larga, da lugar a la buena charla y acabamos en la venta. Desde allí nos
comunicamos con el segundo grupo que viene de camino. Esperamos que el invitado
de los hermanos que se incorporó por primera vez al grupo se anime a otra tan
aventurera y disfrutona como esta.
Crónica: Mariló
Fotos: A Domingo y JA Mesa
Fotos: A Domingo y JA Mesa