Veinticuatro
senderistas nos dimos cita para traspasar Sierra Arana, iniciando andadura en
Cogollos por el camino de Las Acequias, hormigonado desde hace pocos años para
facilitar el acceso a las fincas y cortijos de la zona, pero que al caminante
le es fastidioso. Al poco de comenzar se descuelgan Margarita y Encarna,
aquejadas de sus males, si bien quedan bien acompañadas de sus respectivos, que
finalmente deciden retirarse del empeño, por lo que el resto del grupo continua
la marcha con cuatro sensibles bajas.
Vamos dejando atrás, a nuestra
derecha, la Sierra de Cogollos, que se alza con el Peñón de la Mata y el
Jorobado vigilantes, y hacemos una primera parada en el cortijo de Los
Asperones, en donde reponemos fuerzas y reagrupamos a la tropa.
Continuamos el carril que lleva
al cortijo del Moralejo, y poco antes sorteamos el rio Blanco, que hoy lleva
mas agua de lo habitual, como todos los barrancos que cruzaremos mas adelante.
Ahora el terreno, ya sin hormigón, es mas amable, lo que agradecen los pies, si
bien la senda comienza el ascenso, lo que hace enlentencer la marcha y alargar
la hilera de montañeros, que suben cada uno a su ritmo, como debe ser para no
desfondarse.
Conforme cogemos altura vamos
obteniendo vistas del valle, y al fondo Sierra Elvira y el Pantano del
Cubillas, al que precisamente van a parar las aguas del rio Blanco.
Seguimos la máxima de
"cuando andes no mires y cuando mires no andes", de modo que vamos
atentos al camino y de vez en cuando paramos para echar un vistazo al paisaje,
que ya alcanza hasta Sierra Nevada.
Poco a poco llegamos hasta el
collado que da vistas al cortijo de La Tejera, cuyo nombre recuerda que aquel
lugar debió albergar alguna colonia de tejos, ahora ya desaparecidos. Nos
refugiamos detrás de unos arbustos para protegernos del frio viento que corre
por allí a sus anchas. Dejamos abajo el cortijo viejo y desvencijado, chorreado
de agua del barranco, y un poco mas hondo el nacimiento del rio Blanco,
flanqueado de grandes árboles, testigos desnudos de un lugar abandonado e
indolente.
Ahora buscamos el Collado del
Agua, entre los Picos Orduña y La Cruz, y pasamos a dar vista a la vertiente
norte del Sierra de Orduña, desde donde ya divisamos Iznalloz y Bogarre. Cambio
de paisaje, ahora tenemos la humbria y bosquete de pinos.
Se reagrupan los senderistas
para coger el desvio de una senda que nos llevará en continuo descenso hasta el
Sotillo. Ya a mitad de bajada nos quedamos sin vereda y descendemos como
podemos, entre matojos pinchuos, buenísimos para activar la circulación, hasta
nuestra meta, donde vamos llegando en continuo chorreo.
Hubiésemos visitado el Centro de
Interpretación de la Cueva del Agua, pero nos la encontramos cerrada a cal y
canto. ¡Pena de inversión, para estar cerrado¡.
Bocatas, cerveza, cafelito y
para casa en microbús, que condujo una chica en prácticas, que fue despedida
con grandes aplausos por el personal al llegar a su destino.
Han
sido 18 kilómetros de recorrido con una subida de 700 metros, y seis horas de
duración, que se han hecho tranquilamente.
CRÓNICA: J A MAZUECOS
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Mª Mar