Nunca una crónica fue tan pronta escrita. Hasta última hora de la noche anterior se cruzaron llamadas y correos. Será porque desde que se publicaron las normas de la verea, la guía, que suscribe, no podía dejar de estar en su puesto, o porque quisimos desafiar un tiempo que no acabábamos de creer que no cambiaría. La cuestión es que algunos y algunas aguantaron para tomar la decisión hasta última hora. Que gente esta de la verea, no se rinden.
La guía y su Alayo-consorte estaban decididos, tanto, que ni miraron por la ventana al despertar, lo controlaron todo, la ropa, la comida, - no te olvides los guantes, ¿llevas el móvil?, que no lleguemos tarde- y allí estuvimos. Os podéis imaginar las caras de nuestros vecinos al cruzarnos en la cochera, creo firmemente que el concepto que tenían de nosotros después de tantos años, hoy ha cambiado.
Si, allí estuvimos y nos hicimos una foto, en la gasolinera claro, porque al comprobar que llovía, que no era manta de agua pero tampoco tontería, de camino al surtidor optamos por invitar, a quien hubiese llegado, a la cafetería. (socorro que ya empiezo con las rimas, quitamela!, quitamela!)
Aprovechamos para echar gasolina y hacer unos minutos por si algún iluso o ilusa respondía, no esperábamos a nadie pero nos quedó la duda de si los brothers en su afán despiadado de desgastar suelas y montaña, habrían llegado y sospechando la inasistencia total cogieron el camino.
De vuelta a casa y comentando con extrañeza porque no hemos mirado por la ventana, paramos en la gracia de dios y compramos tortas al por mayor (no te digo, que me asalta). Y comiéndolas estamos mientras miramos por la ventana la crónica de una excursión anunciada.
Mariló