sábado, 23 de noviembre de 2019

Órgiva Carataunas Soportujar Ballacas Órgiva

En esta ocasión nos dirigimos a Órgiva para iniciar una bonita ruta que nos acercará a algunos de los pueblos de la entrada a las Alpujarras. Aparcamos junto al Instituto de Órgiva y atravesamos las intrincadas callejas de la población en dirección al cementerio.

La cámara de Antonio capta un maravilloso Arco Iris que nos sorprende en un día nuboso pero sin nada de lluvia.

En continuo ascenso por cómodas veredas llegamos al Mirador junto al cementerio donde las vistas son  contundentes: la Sierra de Lújar, Órgiva, Cáñar, Soportújar y Sierra Nevada semicubierta de nubes.

A partir de aquí el viento arrecia y la sensación térmica es de más frío de lo que realmente hace.

Llegamos a un altozano donde contemplamos frente a nosotros en una bella estampa los pueblos que vamos a visitar en breve espacio de tiempo.

Comenzamos un suave descenso que nos lleva al fondo del valle. Aquí la vegetación la constituyen huertas y frutales: caquis, higueras, naranjos, aguacates...

Ahora viene un ascenso algo más exigente por unas cortijadas a veces reformadas, a veces en ruinas.  También nos sorprendemos con la presencia de una casa bioclimática que es toda una novedad para algunos de nosotros.

A la llegada a Carataunas nos encontramos con un feo y mastodóntico edificio de apartamentos de los que rompen la belleza del resto de las poblaciones y destinados a un turismo masificado poco sostenible en estos parajes.

La belleza de la población no deja lugar a la duda.

En Carataunas vive el humorista Martínmorales, un enamorado de las Alpujarras,  que sufrió un accidente muy grave al caerle la rama de un ciprés en el cortijo  El Trance de su propiedad, lo que le obligó a abandonar su actividad.

En Carataunas tomaremos el Camino Real de Carataunas-Soportujar que se encuentra empedrado en algunos tramos y era utilizado para llevar el ganado a la feria de Órgiva.

Continuamos el ascenso cruzando la carretera y seguimos por una fuerte pendiente hasta llegar a Soportújar. Son necesarias varias paradas para recuperar el resuello.

Soportújar nos sorprende por su bella arquitectura, sus cuidadas casas adornadas con macetas, sus tinaos... y el gran número de visitantes por las calles de la población.

Hasta un marrano cebado  por los vecinos se convierte en atractivo turístico. El cerdo vive feliz comiendo hasta reventar... no sabe lo que le espera en la próxima fiesta de San Antón.

Tras descansar unos minutos junto al cochino, subimos hasta la era de los aquelarres donde,dice la leyenda,  se reunían las brujas de las Alpujarras  durante la noche para hacer sus hechizos, proclamar sus conjuros y bailar desnudas al resplandor de las fogatas...

La verdad que la población está haciendo un notable esfuerzo para convertir estas leyendas en un atractivo con el centro temático de la brujería, la fuente de la bruja, la cueva del ojo de la bruja, el puente encantado, la fuente del dragón...

Tras la visita a Soportújar iniciamos el descenso por el mismo camino de ascenso salvo que en las cercanías de Bayacas nos desviamos cruzando el Río Chico para visitar esta localidad.

Desde Bayacas continuamos en suave descenso por una pista que transcurre paralela al río Chico.

Nos encontramos restos de molinos, cortijos... y guiris haciendo senderismo como nosotros. ¡Y es que están en todos lados!
De nuevo en Órgiva toca tomarnos un descanso para la cervecita, el bocata y de regreso a casa.
¡Ah!, y que no se nos olvide volver a Soportujar por San Antón, el marranico va a estar de rechupete.

Fotos: Antonio e Indalecio
Crónica: JA Mesa






























sábado, 9 de noviembre de 2019

ACEQUIA DEL ALMIAR-CENTRO BUDISTA

        El inicio de la ruta parte de la casa forestal de Prado Grande, en el término municipal de Soportujar, y de allí parte un camino que en continuo ascenso alcanza la acequia del Almiar  (Almiar es un modo o forma que se da a la paja para almacenarla), y nos lleva hasta la Atalaya de Soportujar y al Centro Budista.


Pues bien, hasta dicho lugar nos desplazamos un grupo numeroso de socios y amigos, con la sorpresa de encontrarnos a nuestra llegada al punto de inicio un cartel informando  de la prohibición de paso por motivo de realizarse una cacería. 


La sorpresa de ver nuestro plan desbaratado nos retuvo un tiempo hasta poder tomar una decisión, que fue la de hacer la ruta en sentido inverso, pensando que de este modo evitaríamos el lugar donde estaban los cazadores, por lo que nos encaminamos en primer lugar hacía el centro budista.
El día era claro y soleado, la marcha animada, y conforme ascendíamos las vistas iban extendiéndose progresivamente, hasta por fin alcanzar el mar.


O Sel Ling significa “Lugar de Luz Clara”, y su visita siempre es un placer para los sentidos y un motivo para la calma del espíritu. 



El lugar es un pequeño rincón de la cultura y la herencia del Tibet, un lugar de retiro y oración, en el que se solicita el silencio del visitante. 

Atravesamos la finca en dos grupos, a fin de minimizar el posible impacto de nuestra presencia, por respeto a sus moradores, a los que se les debe además el agradecimiento por facilitar el paso por su propiedad.


Pero otra nueva sorpresa nos aguardaba en la casa forestal de La Atalaya, donde nos encontrábamos dispuestos a continuar nuestra marcha después de un pequeño descanso, cuando apareció un coche cargado con una rehala de perros, y nos informan que no podemos continuar nuestra marcha por aquel lugar porque había diseminados noventa puestos de caza y resultaría extremadamente peligroso adentrarnos en la zona.
Vuelta a las deliberaciones, y finalmente decidimos ir a Pampaneira y hacer la senda que va hasta Capileira. 


De modo que toca deshacer lo andado, sin saber aún la nueva sorpresa que nos esperaba, pues nuestros planes nuevamente volverían a truncarse, pues en Pampaneira había pleno de coches hasta la bandera. 


Continuamos en carretera hasta la gasolinera que hay en el cruce para Bubión y allí se nos ofreció una preciosa vereda que nos conduciría hasta el pueblo, donde comimos a gusto, sentados en unos poyetes que encontró Paco, frente a un rico sol de otoño, y regreso por el mismo camino hasta los coches, y para casa.



Crónica: Jose A. Mazuecos
Fotografías: Antonio Domingo