Tocaba visitar la Sierra Sur de Jaén, y en concreto la
localidad de Frailes, pues queríamos ver el nacimiento del rio Tercero, que
vierte sus aguas al pantano del Quiebrajano.
Después de unas cuantas vueltas y revueltas
por carriles, de preguntar aquí y allá, conseguimos llegar al cortijo de la
Fresnedilla, punto de inicio de nuestra marcha. Allí nos recibe una espléndida
alfombra florida junto a una fila de álamos centenarios cuya formación podría
pensarse sean los guardianes del lugar. ¡Buen comienzo para esta fiesta¡ Se
nota que es primavera, hay un sol espléndido, la temperatura es amable, y todo
es de color brillante. Nuestro ser se deja en manos de esta naturaleza tan
atractiva.
El
camino inicia su andadura junto al cortijo, y vence hacia un arroyo cercano, y
al poco nos topamos con el ganado caprino, cuya presencia nos acompañaría
durante todo nuestro recorrido, y Toñi no puede contener su deseo de abrazar a
uno de los chotillos cortijeros, eso sí, bajo la atenta mirada de la madre
cabra.
Continuamos
pues barranco abajo, junto al arroyo seco, hasta al fin encontrar el nacimiento
del Tercero, en cuyas aguas se refresca el fiel Zeus, sin pensárselo dos veces.
Seguimos adelante, cruzando el rio en varias ocasiones, por parajes de gran
belleza, hasta toparnos con una represa con su cascada correspondiente, y una
cueva al otro lado del rio, a la que nadie osó visitar, no fuera a ser que un
traspiés diera con nuestros huesos en la hondura de aquel precipicio.
Desde
este lugar, un poco escondida, nace una vereda de servicio para la acequia,
ahora semi perdida y abandonada a su suerte, que antiguamente llevaba el agua
desde la chorrera hasta una fábrica de luz, de la que ahora solo queda alguna
pared en pie.
Seguidamente,
y sin descanso alguno, Gabriel no nos deja un respiro y tira adelante con la
tropa, en busca de un carril de tierra, que nos acerca a dos cortijos
habitados, en donde un pastor nos orienta del camino a seguir hasta nuestro
destino. Como la necesidad de alimento nos aprieta, vamos mirando ya un lugar
que nos acoja, y lo encontramos bajo una gran encina, tan enorme que en su
interior guarda un microclima de frescor que nos obliga a enfundarnos una
prenda de abrigo.
El
hambre ya saciada nos devuelve al camino, aunque Antonio nos manifiesta que por
él podríamos seguir allí toda la tarde, de a gusto que se encuentra. Nada. Toca
seguir caminando, en busca de dos collados que nos ha indicado el pastor, y por
un encinar alcanzar el punto más alto de nuestro recorrido, desde el que ya
pudimos divisar nuestros coches al alcance de la vista y casi de la mano.
Claro, que no contábamos con que la zona está más alambrada que la madre que la
trajo, y como pudimos cada uno buscó la mejor forma de pasar las diferentes
pruebas que nos iba poniendo el campo.
Finalmente, todos sanos y salvos, y
sin ningún pinchazo, llegamos a los coches, y rumbo de vuelta a Frailes,
haciendo la parada correspondiente en el Mesón “La Posá”, donde repusimos los
líquidos perdidos durante la jornada. ¡Qué pena que la cocina estaba cerrada y
no pudimos probar el famoso choto tan típico de la zona!
Crónica: JA Mazuecos
Fotos: Antonio Domingo
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